40 horas después: El desafío de reimaginar el trabajo

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Catherine Railhet, gerenta de RRHH de Natura Chile.

Ha pasado un año desde que comenzó la implementación de la reducción de la jornada laboral en Chile, y la evidencia acumulada hasta ahora ofrece luces y sombras que merecen ser analizadas con más profundidad que el simple balance de cumplimiento normativo.

Reducir la jornada no equivale, por sí solo, a mejorar la calidad de vida ni la productividad. Si algo hemos aprendido este último año es que el tiempo liberado, sin una transformación profunda en la forma de gestionar el trabajo, puede volverse un espejismo. Muchas empresas han cumplido formalmente con la disminución de horas, pero sin rediseñar procesos, sin invertir en capacitación, ni reconfigurar la cultura organizacional. En esos casos, el efecto real para los trabajadores ha sido limitado o, en algunos casos, incluso negativo, al ver aumentadas las cargas o la presión en menos horas.

La reducción de la jornada laboral es, en esencia, una invitación a replantear el modo en que entendemos el trabajo: su organización, sus prioridades y su propósito. No basta con ajustar horarios. Se requiere repensar la eficiencia no como mayor intensidad, sino como mejor distribución de tareas, uso de tecnología adecuada y, sobre todo, liderazgo consciente de la gestión del tiempo.

Sin ese cambio cultural, corremos el riesgo de que la medida pierda sentido. Una jornada más breve debería propiciar no solo más tiempo libre, sino también mayor motivación, menos agotamiento y mejores resultados. Pero eso no ocurre automáticamente: exige rediseñar las bases sobre las cuales se organizan los equipos, los objetivos y las evaluaciones de desempeño.

Mirando hacia adelante, la progresiva reducción a 42 y luego a 40 horas representa una oportunidad para aquellas organizaciones que estén dispuestas a evolucionar. No se trata de hacer «más de lo mismo en menos tiempo», sino de cambiar el paradigma. Los que comprendan esto temprano estarán mejor preparados para atraer y retener talento, mejorar su productividad real y construir ambientes laborales más sostenibles.

El desafío que tenemos frente a nosotros no es solo de cumplimiento, es de transformación. Y esa transformación, como hemos visto, no depende de los relojes: depende de la voluntad real de modernizar nuestras formas de trabajar.