Especialista UCSC indica señales de alerta ante un infarto agudo al miocardio

Dolor en el pecho, falta de aire, sudoración profusa, náuseas y mareos, son algunos de los síntomas más comunes que se pueden presentar en esta enfermedad.

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Un infarto agudo al miocardio es una enfermedad repentina que ocurre cuando se produce una necrosis (muerte celular) del tejido cardíaco debido a una disminución del flujo sanguíneo hacia estos tejidos.

Eduardo Farfán, médico y académico de la Facultad de Medicina UCSC, explicó que “la causa principal de estos es la enfermedad aterosclerótica coronaria, es decir, placas de colesterol en las arterias que irrigan el corazón. Cuando una de estas placas se rompe puede formar un trombo que bloquea el flujo sanguíneo, causando la muerte de partes del tejido cardíaco por falta de oxígeno”.

La frecuencia de los infartos agudos al miocardio varía según país, región, edad, sexo, entre otros parámetros. En Chile, constituye la primera causa de muerte en hombres y la segunda en mujeres, siendo su incidencia alrededor de 84 casos por cada 100.000 habitantes por año.

Recomendaciones

Los principales factores de riesgo para presentar un infarto agudo al miocardio son los llamados factores de riesgo cardiovascular. “Estos factores se dividen en no modificables (edad, sexo, antecedentes familiares) y modificables (enfermedades crónicas, consumo de sustancias como tabaco y alcohol, estilos de vida sedentarios, obesidad)”, señaló Farfán.

Los síntomas para identificar que una persona sufre de un infarto agudo al miocardio, pueden ser diversos. “El principal síntoma es el dolor de pecho y una sensación de opresión que puede extenderse hacia los brazos, hombros, cuello o mandíbula. Además, puede ser acompañado de falta de aire, sudoración profusa, náuseas y mareos. Es importante recordar que los síntomas pueden variar de persona a persona y no siempre ser los típicos”, enfatizó el profesional. Para prevenir los factores de riesgo cardiovascular, es importante llevar estilo de vida de vida saludable, dieta balanceada, actividad física constante, evitar el consumo de alcohol y otras drogas, y mantener un adecuado control de las enfermedades crónicas ya diagnosticadas.