Investigación clínica en cáncer de mama: la llave para cerrar la brecha en Chile

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Por Carmen Gamboa Betancourt directora de Oncomeds

El cáncer de mama es —todavía— el rostro más visible del cáncer en mujeres. En 2022 el mundo registró cerca de 20 millones de nuevos casos de cáncer y 9,7 millones de muertes; el cáncer de mama se mantiene entre los más frecuentes y letales, con una carga que seguirá creciendo si no aceleramos la innovación y su adopción equitativa.

¿Por qué la investigación clínica importa (y mucho)?

Los ensayos clínicos son el motor que convierte la ciencia en supervivencia. Sin investigación no hay terapias dirigidas, inmunoterapia, ni mejoras en tamizaje y diagnóstico oportuno. La Iniciativa Global de Cáncer de Mama (GBCI) de la OMS fijó una meta medible: reducir la mortalidad 2,5% anual y evitar 2,5 millones de muertes a 2040, apoyándose en tres pilares: promoción y detección temprana, diagnóstico oportuno y tratamiento integral.

Chile ha dado pasos relevantes. La Ley Nacional del Cáncer N.º 21.258 (2020) y su reglamento crearon un marco para fomentar la investigación biomédica, clínica y de salud pública, articular una red oncológica y robustecer el registro nacional. El ISP actualizó en 2024 su Guía de Consideraciones Generales para Estudios Clínicos alineada con ICH, y existen lineamientos específicos para acreditación de comités éticos. Todo ello reduce fricción y da previsibilidad al patrocinio.

En términos de carga, el cáncer de mama es el tumor más frecuente y la principal causa de muerte por cáncer en mujeres en Chile. Consolidar el Plan Nacional de Cáncer 2022–2027 con investigación aplicada —diagnóstico, tratamiento y resultados reportados por pacientes— es el atajo para acelerar impacto clínico real.

¿Qué gana la sociedad cuando se invierte en investigación?


1. Supervivencia y calidad de vida
. La participación en estudios brinda acceso temprano a terapias innovadoras y a estándares de cuidado estrictos, lo que se traduce en sobrevida y menos secuelas.
2. Equidad y representatividad. Los datos generados en nuestra población corrigen sesgos de evidencia “importada”. Farmacogenómica, comorbilidades y realidades de acceso importan; investigarlas mejora guías y resultados a nivel local.


3. Desarrollo del sistema
. Centros que investigan profesionalizan procesos, atraen talento y capital, y acortan la distancia entre la publicación y la práctica clínica.


4. Competitividad regulatoria. Marcos ágiles y predecibles —como los que Chile y varios países de la región están ajustando— atraen más estudios fase II–III, donde se definen cambios de estándar.

En síntesis, para acelerar verdaderamente el desarrollo de la investigación clínica en nuestro país se requiere avanzar en múltiples frentes: garantizar un diagnóstico temprano como punto de partida indispensable para acceder a estudios, establecer plazos regulatorios y éticos con acuerdos de nivel de servicio públicos y transparentes, promover esquemas de financiamiento mixto y convocatorias nacionales sostenidas, incorporar de forma sistemática los datos que reflejan lo que realmente importa al paciente —sus resultados reportados (PROs)— y, finalmente, fortalecer la comunicación y la confianza social como pilares esenciales de un ecosistema de investigación sólido, inclusivo y sostenible.