Radiografía a los otros desempleados que hay en Chile

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Por Benjamín Villena R., profesor asociado IPE UNAB

En las cifras mensuales del mercado laboral, la tasa de desocupación es, sin duda, el indicador estelar. Nos informa sobre la proporción de la fuerza laboral que, no teniendo empleo, buscó activamente uno durante el período de referencia. Desde 2010 esta estadística tradicional se mide en forma alineada con los estándares internacionales de la OCDE y representa un indicador clave acerca de la capacidad de trabajo no utilizada.

Sin embargo, para un diagnóstico completo del mercado laboral, es importante complementar esta cifra. La Encuesta Nacional de Empleo (ENE) identifica a otro grupo significativo: los «inactivos que estuvieron disponibles» (IED).  Se trata de personas que, si bien no buscaron trabajo activamente, sí estaban disponibles para comenzar a trabajar.

Según la ENE del trimestre julio-septiembre 2025, Chile tiene unos 874 mil desocupados tradicionales, mientras que los IED alcanzan unas 934 mil personas.  Es decir, existe un contingente de personas que declaran que trabajarían si tuvieran la oportunidad, y que es mayor que el de los desocupados tradicionales. Posiblemente una buena parte de este grupo se encuentra en la situación actual esperando mejores oportunidades o enfrentando circunstancias particulares que limitan su búsqueda activa.

Sumados, ambos grupos representan 1.8 millones de personas que quisieran trabajar y no lo están haciendo. Lejos de minimizar esta realidad, el propio Instituto Nacional de Estadísticas (INE) reporta un indicador que captura el fenómeno: la «Tasa combinada de desocupación y fuerza de trabajo potencial» (SU3). Esta tasa, que asciende al 16.5% de la fuerza de trabajo ampliada, ofrece una visión distinta y complementaria a la tasa de desocupación tradicional que debiera ser considerada seriamente.

Poniendo el foco en la tasa SU3, se revelan realidades muy distintas a las del desempleo tradicional. Por ejemplo, la brecha de género se agudiza. Mientras entre los hombres hay más desocupados tradicionales (468 mil) que IED (388 mil), en las mujeres la situación se invierte drásticamente: las mujeres IED (546 mil) superan con creces a las desocupadas tradicionales (405 mil). La tasa SU3, por tanto, muestra un desafío de inserción laboral femenina mucho más complejo que lo sugerido por el indicador tradicional.

La subutilización de la capacidad de trabajo se aprecia muy distinta bajo el prisma de la SU3. Normalmente se cree que el desempleo juvenil es un problema muy agudo, pero no se observa un problema tan serio para los mayores de 60. El foco en los IED sugiere que el problema es aún mayor en los menores de 30 años, donde los IED llegan a 281 mil, a los que se suman 313 mil desocupados tradicionales. Sin embargo, la visión cambia dramáticamente para mayores de 60 años, con unos 70 mil desocupados tradicionales. Sin embargo, los IED en este grupo más que triplican esta cifra, llegando a 235 mil. Esto genera que la tasa SU3 para jóvenes y mayores de 60 años sea similar, por sobre el 22% en ambos casos, reflejando una vulnerabilidad laboral en el grupo de mayor edad, que, si bien se sospecha a veces, no encuentra sustento claro en el indicador tradicional de desocupación. 

Geográficamente, el foco en la tasa SU3 también cambia el panorama. Aunque la Región Metropolitana concentra un alto número de IED (250 mil), como proporción de la fuerza de trabajo ampliada, las regiones con mayor porcentaje de personas IED son La Araucanía (14%), Maule (13%) y Ñuble (13%). Esto repercute directamente en la tasa SU3 regional, que muestra una dispersión mucho mayor que la tasa de desocupación tradicional, variando desde un 11% en Aysén y 13% en la Región Metropolitana hasta un 22% en Ñuble y 23% en La Araucanía.

Incluso por nacionalidad se observan contrastes notorios: mientras los extranjeros presentan más desocupación tradicional (83 mil) que IED (56 mil), entre los chilenos los IED (878 mil) superan a los desocupados (791 mil).

En resumen, la tasa SU3 nos entrega una visión complementaria que evidencia una falta de empleo general mayor a lo que reflejan estadísticas tradicionales. Además, muestra una escasez de trabajo más aguda y focalizada en grupos específicos: regiones de menor ingreso, personas mayores de 60, mujeres y trabajadores nacionales. Considerar a los IED además de los desocupados tradicionales permite a quienes formulan y ejecutan las políticas públicas obtener un mapa más completo para diseñar estrategias efectivas de activación e inclusión para toda la fuerza de trabajo potencial. Es hora de tomarlo en cuenta seriamente.