25N: La educación como motor para erradicar la violencia

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Por Katherinne Brevis Arratia, Especialista de Género UCSC

El Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer es una fecha que nos invita, como instituciones de educación superior, a mirar más allá de las sanciones y protocolos. Nos interpela a pensar en la raíz del problema: una cultura que aún naturaliza la desigualdad y la violencia de género. Y es precisamente en la educación donde se juega la posibilidad de transformarla. Nuestro rol en la formación de personas y en la transformación cultural que se necesita para erradicar la violencia de género.

La violencia hacia las mujeres no es un hecho aislado, sino una expresión de estructuras sociales que reproducen desigualdades. Por eso, el Comité para la Eliminación de la Discriminación contra la Mujer (CEDAW) ha sido enfático en señalar que la igualdad sustantiva comienza en las aulas. Educar para la igualdad implica revisar críticamente los contenidos, los métodos y las prácticas que perpetúan estereotipos, así como promover que niñas y mujeres puedan desarrollarse libremente en todos los ámbitos del conocimiento, especialmente en aquellos donde su presencia aún es menor, como la ciencia, la tecnología, la ingeniería y las matemáticas.

Esta transformación también requiere una mirada integral de la formación docente y de la gestión institucional. Ninguna ley puede cambiar la realidad si quienes la implementan no cuentan con herramientas para detectar, prevenir y abordar la violencia. La educación con enfoque de género no es un añadido, sino una condición indispensable para una convivencia universitaria respetuosa y segura.

En Chile, el compromiso con este cambio se ha visto reforzado por la promulgación de la Ley N° 21.369, Ley Integral para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra las Mujeres. Esta norma consolida el rol de las Instituciones de Educación Superior (IES) en tres dimensiones: formar profesionales conscientes y comprometidos con la igualdad; prevenir y sancionar la violencia en sus comunidades; e integrar las nuevas tipificaciones de violencia, como la digital, en sus marcos de acción.

Sin embargo, los mayores desafíos siguen siendo culturales. No basta con protocolos; se requiere convicción, formación continua y voluntad institucional para transformar la cultura universitaria desde sus cimientos. En este 25N recordamos que la educación no solo transmite conocimiento, sino también valores. Porque solo una educación comprometida con la dignidad humana puede ser el verdadero motor de una sociedad libre de violencia.