¿Puede la inteligencia artificial ser creativa?

92

Por Roberto Larenas, profesor de la facultad de ingeniería UNAB

La pregunta nació sin pensarlo demasiado ¿es creativa la inteligencia artificial? La lancé una mañana cualquiera en un chat con colegas. Lo que parecía una simple curiosidad terminó abriendo un diálogo lleno de matices sobre lo que significa realmente crear.

Uno me respondió con precisión técnica “no creativa en el sentido humano, pero sí en que crea cosas”.

Otro, más filosófico, fue tajante: “no es inteligente, ni creativa, ni feliz… al final, quien le da el valor eres tú”.

Héctor, más optimista y curioso, me envió un audio explicando que sí, que la IA puede ser creativa, porque aprende y genera nuevas conexiones, igual que el cerebro humano cuando imagina o resuelve un problema.

Y Néstor sumó una mirada distinta, más profunda: “la razón y la creatividad son propiedades emergentes; pueden surgir incluso de sistemas simples cuando interactúan como un todo”.

Ahí entendí que detrás de esa pregunta hay algo más que tecnología, hay una reflexión sobre lo humano.

La IA puede escribir poemas, componer melodías o diseñar logotipos, pero lo hace desde la estadística, no desde la emoción. Su “creatividad” surge de patrones y datos, no de un impulso vital o de la necesidad de expresarse. No sueña con lo que crea, simplemente combina lo que aprendió de nosotros.

Y, sin embargo, algo de razón tiene Néstor, quizás la creatividad no requiera conciencia, sino complejidad. Tal vez, al igual que la mente humana, la inteligencia artificial también pueda generar comportamientos creativos a partir de la interacción de millones de nodos, códigos y decisiones microestructurales.

En ese sentido, la creatividad sería una propiedad emergente, no programada, pero posible.

Entonces, ¿es creatividad lo que vemos o solo un reflejo amplificado de la nuestra?

Quizás la IA actúa como un espejo que devuelve, con precisión matemática, nuestra capacidad de imaginar. Creamos máquinas que crean, pero seguimos siendo nosotros quienes les damos sentido, quienes deciden qué tiene valor o belleza.

Uno de mis colegas me dijo algo que no olvido: “lo que te responde puede ser o no ser; tú decides si es creativa, inteligente o simplemente buena onda”. Y tal vez sea eso. La creatividad no vive en la máquina, sino en la mirada que interpreta lo que hace.

La IA puede producir sin pausa, pero no conoce la ansiedad del artista frente a la hoja en blanco, ni el vértigo de una idea que nace de la duda.

Nosotros sí.

Y es precisamente esa mezcla de emoción, imperfección y asombro lo que da sentido a lo que llamamos crear.

Quizás, al final, la pregunta no sea si la inteligencia artificial puede ser creativa, sino si nosotros seguimos siéndolo. Porque la IA crea, sí. Pero no siente el vértigo de haber creado. Y quizá ese vértigo esa chispa que no se programa sea lo último que todavía nos hace humanos.